Borges en el Colegio Libre de Estudios Superiores

*1. Historia de un descubrimiento.
Este trabajo forma parte de una investigación iniciada en 2015 por el grupo de investigación que dirijo en la UNMdP, “Escritura e invención”, que se propuso trazar el itinerario de conferencias que Borges dictó en Argentina y Uruguay entre 1949 y 1955.1
Hasta el momento, no había un relevo u ordenamiento de estas conferencias; solo algunas pistas, marcas dejadas por el escritor en cartas y postales en donde hacía mención a sus compromisos circunstanciales. Otras huellas del mismo tenor son las valiosas anotaciones de su amigo entrañable, Bioy Casares, en su diario Borges, publicado en 2006, que se destaca por ofrecer al lector curioso una crónica de las charlas íntimas mantenidas entre dos de los escritores más relevantes de la literatura argentina durante más de cincuenta años.
No obstante, el puntapié más importante de esta investigación está dado por la publicación de los significativos materiales relevados por dos investigadores de la Biblioteca Nacional, Laura Rosato y Germán Álvarez, en 2010, a través del libro Borges, libros y lecturas. Este libro dio a conocer los materiales relevados en una larga pesquisa que logró reunir varios de los volúmenes que integran la biblioteca de Borges, es decir, libros
que el escritor leyó y anotó a lo largo de varios años, algunos de los cuales donaría a la Biblioteca Nacional, institución que dirigió entre 1955 y 1973. El dato más relevante para este trabajo se encuentra en la página 380, en donde se reproduce la portadilla de una biografía de Schopenhauer. Casi como un señuelo, Borges dejó asentada allí una nómina que consta de los años y una desordenada enumeración de las ciudades, a modo de apuntes, que se entremezclan con las demás anotaciones que son en su mayoría frases del libro que
atrajeron su atención.2
En este artículo, me propongo estudiar las relaciones de Borges con el Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES), una de las instituciones culturales más importantes del período. Para ello, analizaré los cursos y conferencias que el escritor dictó allí entre 1949 y 1955. El período seleccionado resulta de sumo interés en relación con la vida y obra del autor, pues coincide con el primer gobierno de Perón, es decir, unos años después de que Borges quedara cesante de su cargo de bibliotecario en la Biblioteca Miguel Cané y que,
como él mismo reconoce en variadas entrevistas, lo encuentra dando conferencias para ganarse la vida. En este trabajo, analizaré las estrategias con las que Borges respondió a este gesto de desplazamiento desde esos nuevos espacios institucionales que iría conquistando. La hipótesis es que, detrás de los temas enunciados en las conferencias, muchas veces se oculta una fuerte diatriba contra el gobierno de Perón de manera velada.

2. Historia del CLES
Entre las múltiples líneas que abre este trabajo de clasificación de los materiales, ésta es una veta de análisis valiosa en tanto permite reconstruir el itinerario cronológico geográfico y temático; pero también, y quizás más importante, la constelación de relaciones institucionales que da cuenta de la red intelectual promotora de este tipo de eventos. El estudio de estas instituciones permite, a su vez, escudriñar con mayor profundidad la
oposición entre agentes culturales de cuño liberal y aquellos que simpatizaron con el peronismo. El estudio de la labor de Borges como conferencista muestra así que, si bien esta actividad arrancó en asociaciones de habla inglesa ˗como la Asociación Argentina de Cultura Inglesa˗, sus intervenciones en el CLES ocuparon gran parte de su agenda por aquellos años.
El CLES había sido fundado en 1930 por un grupo de intelectuales de cuño liberal aglutinados contra las políticas antirreformistas que el gobierno de Uriburu estaba aplicando en la universidad. Los seis miembros fundadores fueron Alejandro Korn, Narciso Laclau, Aníbal Ponce, Roberto Giusti, Carlos Ibarguren y Luis Reissig (Neiburg, 1998:137-140). Tal como lo expresa su acta fundacional, el objetivo era generar un espacio
independiente de la universidad, en donde se pudieran ofrecer o profundizar temas que quedaban fuera de su égida. El principal propósito de esta institución privada que funcionó hasta 1970 era aglutinar tanto a docentes como a un público de profesionales, poniendo a su disposición cursos de formación que la universidad no ofrecía. La oferta se complementaría con cursos y tareas de investigación para consolidar un espacio que se definió por la diferencia desde sus inicios: “Ni universidad profesional, ni tribuna de vulgarización, el Colegio Libre de Estudios Superiores aspira a tener la suficiente flexibilidad que le permita adaptarse a las nuevas necesidades y tendencias” (Tabernig: 272).
En 1931, la institución comenzó a editar la revista Cursos y conferencias, en donde se dieron a conocer artículos, editoriales, noticias sobre el colegio y, además, se transcribieron conferencias completas. Allí se publicó la primera clase de Borges, dedicada a Hawthorne, en el marco del curso “Clásicos de las letras norteamericanas” el 23 de marzo de 1949, en su número 208-210 de julio-setiembre del mismo año. Recién se volvería a publicar algo de Borges en 1953: primero, la célebre conferencia “El escritor argentino y la tradición”, dictada el 19 de diciembre 1951 y publicada más de un año después, en el número 250-252 de enero-marzo de 1953. Poco después se publicó la conferencia del 11 de julio 1950, “La literatura alemana en la época de Bach” en su número 259-261 de octubre-diciembre de 1953 es decir, tres años después de su dictado. Conocemos así el contenido completo de las que se publicaron, pero conviene subrayar que Borges ofreció allí alrededor de 16 cursos y una decena de conferencias entre 1949 y 1955 (incluyendo filiales de Rosario y Bahía Blanca).
Si en los primeros años la institución se destaca por la tendencia socialista de una fracción de sus fundadores, orientada por la intención pedagógica de difundir el saber y la cultura más allá de las capas medias, haciéndolos extensivos incluso hacia sectores populares, a partir de 1940 el Colegio cobra un nuevo impulso expansivo a través de la creación de filiales en el interior del país. Esta expansión trajo aparejado otro cambio significativo, como fue la creación de cátedras, cuya intención era convertir al Colegio “en la expresión nacional de nuestra cultura” (Cursos y Conferencias 4-5: 1785). En efecto, la estructura implicaba una dinámica de viaje de los representantes metropolitanos de cátedra para inaugurar las cátedras particulares de cada ciudad. De ahí que un alto porcentaje de las conferencias de Borges en las sedes destacadas del CLES (Rosario, Bahía Blanca, Tucumán) tuviera ese objetivo.
Esta irradiación vino acompañada por un crecimiento en el número de asistentes a los cursos y lectores de la publicación, de la mano de su nuevo secretario de redacción, Arturo Frondizi, quien ejercería este cargo desde 1941 y el de director hasta 1952 (Tabernig, 1983: 280). Con la innovación que implicó la realización de cursos por radio, el público pasó de una elite intelectual a adquirir carácter masivo, al mismo tiempo que la impronta política se iría también intensificando. Tal es así que, luego del golpe del ´43 y en consonancia con la línea proaliancista de la institución, las manifestaciones del CLES apuntan claramente contra cualquier forma de nacionalismo. Esta virulencia discursiva también se advierte en la poética de Borges. De este modo, mientras que en 1945 las fuerzas aliadas festejaban la derrota definitiva del nacionalsocialismo y del fascismo, los intelectuales nucleados en el CLES hacían notar su alarma por el creciente poder y el inminente ascenso de Juan Perón.
La conexión entre política internacional y nacional se advierte en el siguiente pasaje de las “Palabras pronunciadas por Jorge Luis Borges en la comida que le ofrecieron los escritores” luego de su renuncia a la Biblioteca Miguel Cané en 1946:

Hace un día o un mes o un año platónico (tan invasor es el olvido, tan insignificante el episodio que voy a referir) yo desempeñaba, aunque indigno, el cargo de auxiliar tercero en una biblioteca municipal de los arrabales del Sur. Nueve años concurrí a esa biblioteca, nueve años que serán en el recuerdo una sola tarde, una tarde monstruosa en cuyo decurso clasifiqué un número infinito de libros y el Reich devoró a Francia y el Reich no devoró las Islas Británicas y el nazismo, arrojado a Berlín, buscó nuevas regiones. En algún resquicio de esa tarde única, yo temerariamente firmé alguna declaración democrática; hace unos días o un mes o un año platónico, me ordenaron que prestara servicios en la policía municipal. Maravillado por ese brusco avatar administrativo, fui a la Intendencia. Me confiaron, ahí, que esa metamorfosis era un castigo por haber firmado aquellas declaraciones (1999: 303).

Estas palabras que Borges cita en esta ceremonia de apoyo adquieren una dimensión muy concreta al analizar su grado de incumbencia en la política de la época y la acogida que el Colegio le daría a partir de 1949. El CLES no era una institución antiperonista más, sino aquella que nucleó a catorce integrantes de la lista opositora a Perón, la de la coalición llamada Unión Democrática; entre ellos, su candidato a presidente, José Tamborini, miembro del directorio.

El CLES y la mayor parte de los miembros más destacados de la institución ˗de forma individual o ligados a partidos˗ participaron activamente en las luchas políticas que agitaron la segunda mitad del año 1945. Firmaron el “Manifiesto de las Fuerzas Vivas” en contra del gobierno militar y exigieron el alejamiento de Perón desde las calles de Buenos Aires en la “Marcha de la Constitución y la Libertad”. La violencia que acompañó a los acontecimientos políticos y, sobre todo, a los sucesos que tuvieron a la Universidad como escenario (con la huelga decretada por la FUBA y la posterior intervención policial) llevaron a la suspensión temporal de los cursos
del Colegio, en setiembre de 1945 (Neiburg, 1998: 164-165).

Destaco entonces que el posicionamiento político de Borges no puede estudiarse de
manera aislada respecto de su participación en grupos e instituciones, especialmente una de tanto peso político como el CLES. En efecto, esta primera interrupción breve de los cursos en 1945, se repetirá el 17 de julio de 1952 a partir de una medida de la Oficina de Reuniones Públicas de la Policía Federal.3 Otro dato relevante es que no es la única institución cultural que se vio obligada a cerrar sus puertas ese año. Roberto Giusti, fundador y miembro destacado de la institución, refiere que la misma policía que cerró el CLES, cerraría la SADE, la Sociedad Científica, el Centro Argentino de Ingenieros y “otras
beneméritas instituciones de cultura” (1965: 32).
En su meduloso estudio Intelectuales y peronismo. 1945-1955, Fiorucci (2011) da cuenta del complejo entramado del campo intelectual del período. Si bien en una primera instancia podría reducirse a una polarización, su análisis se centra en los matices y, especialmente, en los motivos que culminan en el fracaso de las instituciones que nuclearon a los intelectuales que simpatizaban con el gobierno de Perón, tales como la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) ˗fundada en 1945 y que reúne a los excluidos de la Sociedad
Argentina de Escritores (SADE)˗ y la revista Hechos e Ideas. A la hora de explicar ese fracaso, Fiorucci (2011) señala un cambio significativo a partir de la segunda presidencia
de Perón:

La falta de protagonismo de los intelectuales peronistas no se explica por sus divisiones y sus diferencias ideológicas, aun cuando éstas fueran profundas. Lo que pasó con los intelectuales peronistas que intentaron hacerse un lugar en el régimen fue sintomático de una tendencia. Son muchos los indicios de un cambio general en los ánimos del gobierno a partir de 1950 y sobre todo durante la segunda presidencia de Perón. Al clausurar el congreso de Filosofía, Perón mencionó por primera vez el concepto de comunidad organizada, y dejó claro que su ideal era una sociedad en armonía “en la que no se produzca disonancia ninguna”. Este objetivo se materializó en iniciativas concretas. En el plano educativo implicó la elaboración
de libros de texto con contenidos político-partidarios a favor del gobierno. En paralelo, la relación entre el Estado y la Iglesia comenzó a estar signada por la competencia. El Segundo Plan Quinquenal, convertido en ley a fines de 1952, estipuló la doctrina peronista como doctrina nacional (119).

En lo que a Borges concierne, puede observarse que una de sus principales fuentes de ingreso en el momento, el dictado de cursos y conferencias, sin dudas se vio afectada por este afán unificador que rigió la etapa inaugurada en ese congreso en Mendoza a partir de la idea de “comunidad organizada”. Es en este momento que las filiales que el CLES había esparcido por el interior pasan a jugar un rol clave dentro de este entramado de oposición, al menos hasta la reapertura de la institución luego del golpe del 55.

3. Motivaciones materiales: razones de una nueva vocación
En junio de 1946 Borges renunciaba a la Biblioteca Miguel Cané. El relato más memorable de estos hechos es el citado anteriormente, en el que el propio Borges explica su destitución como un castigo por sus diversas manifestaciones en defensa de los aliados.
En enero de este año había comenzado a dirigir la revista Los Anales de Buenos Aires, órgano literario de la sociedad cultural homónima patrocinada por Sarah Durán de Ortiz Basualdo, remedo de la asociación francesa L´Université des Annales des Paris (Rasi 1977: 135).
En ese momento, contaba entonces con el ingreso que provenía de ésta y otras publicaciones periódicas de las que era colaborador asiduo. Como evidentemente no eran suficientes, sus amigos lo recomendaron para dar cursos en distintas instituciones. Es así que 1949 fue el punto de partida de una nueva actividad para el escritor, más allá de la primera conferencia memorable sobre literatura gauchesca que había ofrecido en Montevideo el 29 de octubre de 1945, en donde su timidez le había impedido enfrentar al público. En efecto, los testimonios coinciden en señalar que, luego de la presentación de su amigo Enrique Amorín, la conferencia fue leída por un joven llamado José Pedro Díaz. El comienzo de esta actividad implicará entonces la ruptura de varias barreras y el inicio de una nueva faceta que no solo no abandonaría nunca, sino que llegaría a ocupar un lugar central dentro de su carrera de escritor.
El 23 de marzo de 1949 Borges dictó su primera conferencia en el CLES. Fue sobre Nathaniel Hawthorne, en el marco del curso “Clásicos de las letras norteamericanas”. En 1952 sería incluida en Otras inquisiciones. El curso, concluido el 22 de junio, contó un temario que incluyó, además de a Hawthorne, a Edgar Allan Poe, Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, Herman Melville, Walt Whitman, Mark Twain, Henry James, Thorstein Veblen y Henry Adams. Antes de haber terminado éste, el 10 de junio ya daba inicio a un nuevo curso, dedicado a “Grandes pensadores místicos”, que se extendería hasta el 16 de setiembre (ver anexo). El temario incluía figuras de distinta procedencia agrupadas bajo esa amplia etiqueta de “místicos” que, casi como un guiño, parece prefigurar las reflexiones sobre la taxonomía de John Wilkins. La lista incluía a Pitágoras, Plotino, Chuang Tzu, Juan Scoto Erígena, Moisés de León, Angelus Silesius, Emanuel Swedenborg, William Blake, Almafuerte y León Bloy. Mientras el primer curso contó con una matrícula de 122 inscriptos, el segundo tendría 67. En julio, daba inicio a un curso sobre “Escritores ingleses”, que permite constatar la abultada agenda de Borges en lo que a dictado de clases refiere. El último curso que ofrecería ese año estuvo dedicado a “Los primeros filósofos
griegos”. La revista Cursos y conferencias da cuenta de que estos dos últimos cursos contaron con vasta afluencia de público: 108 y 99 alumnos respectivamente (211-213: 471).
Borges intercaló estas actividades porteñas con cortos viajes al interior y a Montevideo. Así, el 18 de junio de 1949, inauguró la filial de Rosario del CLES, una de las más duraderas y estables, con una conferencia sobre “La literatura fantástica”. En agosto, realizó una mini gira por el sur de la provincia de Buenos Aires, en espacios afines al CLES como “Amigos del Colegio de Azul”, que promovía cursos y conferencias realizadas en la
Biblioteca Popular. Aprovecharía ese viaje para disertar en la ciudad vecina de Olavarría el día siguiente sobre el mismo tema: la literatura fantástica.
Otra extensión de las actividades del CLES fueron las disertaciones en Tucumán; una sobre “Los místicos” y otra sobre “Literatura fantástica”, el 7 y 8 de octubre respectivamente. Días antes había brindado tres conferencias en Santiago del Estero. Otro dato que permite trazar redes tiene que ver con el tema, pues en la conferencia dedicada a los místicos se refiere particularmente a Swedenborg, objeto de su clase dentro del curso
sobre pensadores místicos que había dictado en el CLES de Buenos Aires el 24 de julio. Además, el cotejo de crónicas sobre las conferencias permite advertir que repitió pasajes entre una y otra charla.
La dinámica vertiginosa de esta pujante actividad se ve reflejada en las palabras de su madre, Leonor Acevedo, en una carta del 9 de julio de 1949 dirigida a Esther de Amorim, la esposa de Enrique, su amigo uruguayo y promotor de sus continuas conferencias en Montevideo:

Georgie [...] muy halagado con la invitación uruguaya que le trasmite Enrique. Está en plena labor oratoria, fuera de las dos lecciones de martes y jueves en la Cultural Inglesa y la de escritores ingleses los lunes, y místicos los viernes en el Colegio de Estudios Superiores, irá el sábado a Rosario (por segunda vez) para repetir su conferencia de aquí: Henry James, y en agosto, a Córdoba para hablar sobre Dante, y en setiembre en La Plata sobre Voltaire; anteanoche habló en la Hebraica sobre Martín Fierro, ¡ya ves qué variado programa! (Vaccaro, 2006: 477)

Otro de los lugares relacionados con el CLES fue la sede de Bahía Blanca, fundada en 1941 y conducida por el pujante abogado socialista Pablo Lejarraga, que sentaría las bases de la Universidad del Sur (López Pascual). Disertó allí dos veces en noviembre del mismo año, sobre Almafuerte y “La novela policial”.
Al año siguiente, en 1950, el CLES implementó un novedoso método para la elección de los temas de sus cursos, de acuerdo con lo expuesto en el Boletín N° 100 de mayo 1950. De este modo, adaptando estrategias de mercado, fueron los socios y amigos de la institución los que pasaron a elegir los temas de los cursos que luego tomarían. En este nuevo marco, el número de cursos dictados por Borges se mantiene: al igual que el año
anterior, el autor de Ficciones ofreció 4 cursos, y agregó 2 conferencias: “La literatura alemana en la época de Bach” y otra sobre Faulkner. Los cursos fueron sobre “Introducción al estudio del budismo”, “Antiguas literaturas germánicas”, “Oscar Wilde” e “Historia de la literatura policial”, todos temas muy caros al autor, que ya habían sido o serían objeto de sus devaneos y que incluso llegarían a adquirir forma de libros, tal como consignamos con detalle en la página. Se destaca la masiva afluencia del primero, “Introducción al estudio del budismo”, en tanto fue el más populoso de sus cursos con 191 inscriptos.
En 1951 incrementó el número de cursos a 6 en el CLES de Buenos Ares. Se produjo otra innovación en cuanto a modalidad de los cursos, que pasaron a ser en su mayoría colectivos y, como es obvio, de carácter más general. Borges inició el año con un curso sobre Melville que contó con 68 estudiantes. También participó con otros docentes del curso “El medio siglo de la literatura”, con cuatro clases dedicadas a Kafka en mayo,
con un total de 164 inscriptos. El promedio de asistentes decayó un poco en junio, a 66 alumnos, en el siguiente curso dedicado a Joyce, de 3 clases, en el mismo marco y modalidad. El siguiente estuvo dedicado a Bernard Shaw. Consistió en 3 clases ofrecidas en julio y contó con 78 alumnos. Los dos últimos se centraron en escritores ingleses del siglo XVIII y en la figura de Yeats, registrando un marcado descenso en el número de inscriptos:
27 y 33 respectivamente.
No obstante, una conferencia será memorable como cierre de las actividades del año; me refiero a “El escritor argentino y la tradición”, sobre la cual no me centraré más que de manera general ya que cuenta con numerosos y medulosos estudios. Baste aquí subrayar que esta virulenta intervención que ataca de lleno a los nacionalismos totalitarios, mundiales y vernáculos, conecta con la apertura del ciclo lectivo del año siguiente; en efecto, Borges inauguró las actividades del CLES de 1952 con un curso titulado “El escritor y nuestro tiempo”, cuyo título ya nos permite conjeturar una polémica cada vez menos
oculta con las condiciones contextuales contra las que estos intelectuales liberales se debatían.
Mientras que en 1949 Borges dictó 4 cursos en el CLES de Buenos Aires, en 1950 dio la misma cantidad, más dos conferencias. En 1951 incrementó el número a 6 y dio la conferencia de cierre, mientras que en 1952 la cantidad descendió abruptamente a 2 cursos dictados y 1 interrumpido (ver anexo).

4. Motivaciones políticas: cierres, clausuras y ¿censura?
Se advierte entonces que la ya aludida medida de suspender las actividades del CLES en 1952, que se extendería hasta la caída del peronismo en 1955, redundó en una merma considerable de las actividades para Borges. En efecto, en Cursos y Conferencias se anunció un curso dedicado a Maupassant de dos clases, a ser dictado el 21 y el 28 de julio, cuya concreción se habría visto imposibilitada por esta medida.
Luego de este incidente, Borges disertó en Entre Ríos, en las ciudades de Paraná, Gualeguay y Gualeguaychú, hacia fines de julio. Sin dudas que esta gira estaría prevista antes de estos sucesos que habrán sido impactantes para el escritor, lo cual se advierte por la casi completa interrupción de las conferencias: en la segunda mitad del año, sólo se destaca una disertación sobre Güiraldes en el marco de un homenaje realizado por el aniversario de su muerte en San Antonio de Areco.
1953 tendrá otra dinámica completamente diferente en tanto Borges volcaría sus actividades a la filial de Rosario y a otras ciudades del interior. Con la falta de estridencias que la caracterizaron, así expresó Leonor esa restricción sufrida por su hijo para desarrollar su actividad oratoria en Buenos Aires: “Georgie pasó unos días en el Rosario, a cónfera (sic) diaria (¡un día o dos!) esta noche da una en un Ateneo de la Provincia (parece que
fuera de ésta puede hablar) y el domingo dará una en La Plata” (Vaccaro 2006: 514-515).
De las 7 conferencias relevadas en el año, 6 fueron dictadas en esa ciudad. Cabe destacar que el número de las charlas contrasta con las de años anteriores: en 1949 relevamos 35; en 1950, 20; en 1951, 22 y en 1952, ya se advierte la merma a 13.
Otro incidente marca que esta medida que afectó a las instituciones con las que Borges se vinculaba no es un mero accidente y que redunda en el cierre de otro espacio privilegiado para las charlas del escritor es el inconveniente con su pasaporte, que le impidió viajar a Montevideo, en donde hablaría sobre Flaubert. Así lo deja asentado Emir Rodríguez Monegal en Marcha N° 816 a propósito del regreso del escritor a Uruguay luego
de tres años de ausencia, en 1956:

El miércoles 6, hacia las siete de la tarde, el escritor argentino Jorge Luis Borges dictó en una de las aulas de la Facultad de Humanidades la conferencia sobre Flaubert que había prometido, y hasta anunciado, no una semana antes sino varios años antes. Porque en realidad, y para los memoriosos la noticia no es nueva, esta conferencia de Borges sobre Flaubert empezó a anunciarse en 1953. La demora, incalculable entonces, se debió a Perón. Ya en 1953 el régimen había descubierto que era peligroso autorizar a Borges a hablar sobre Flaubert. O tal vez el peligro estaba en dejar hablar a Borges. (Rocca, 2002: 198)

Un dato relevante en relación con estos sucesos es la repetición de la conferencia “El escritor y nuestro tiempo” en distintos lugares. Ya aludí a la primera, que fue el rutilante inicio de actividades del CLES el 28 de marzo de 1952. De ahí en más, repetirá el tema en Rosario en abril, y en Paraná y Gualeguaychú en julio. Además, su conferencia en el Ateneo de Córdoba de junio ofrecerá un título muy similar al de la conferencia de 1951, con una mínima variante: “El escritor y la tradición argentina”. No obstante, si consideramos el peso que el concepto de tradición argentina comenzó a adquirir en relación con las políticas culturales nacionalistas que se impusieron en el gobierno de Perón, tales como el folklore como materia obligatoria en los colegios, el cambio de gentilicio deja de sospecharse inocente o accidental. La recurrencia del tema da cuenta de la importancia que
iría adquiriendo el rol del escritor en relación de oposición o resistencia a ese “nuestro tiempo”, así como de la asunción de Borges de una voz y un rol protagónicos en el campo de lucha.

5. Alegoría y elipsis contra la censura.
Quiero concluir comentando que la hipótesis general del proyecto de investigar las conferencias es que los textos de Borges se podrán leer de otra manera a partir de los nuevos materiales aparecidos en los últimos años (libros, manuscritos, conferencias, etc.). En efecto, estos nuevos materiales permiten establecer nuevos vínculos entre los “fragmentos” (Balderston 2010: 173) que constituyen la obra de Borges.
La organización de los materiales en torno de las conferencias que hemos logrado reunir hasta el momento permitieron comprobar que, detrás de temas aparentemente desvinculados de la situación política del momento, como la biografía de determinados autores, en general, extranjeros (Kipling, Yeats, James, Hawthorne, Joyce, entre tantos otros), Borges siempre apela a un detalle circunstancial para aludir simbólicamente a las condiciones políticas del momento. Me detengo en un ejemplo, que da cuenta, además, de la riqueza del material periodístico que permite reconstruir el contenido de las charlas en tanto muchas conferencias, especialmente las del interior, contaron con la cobertura de los principales diarios locales. En este caso, es La Gaceta de Tucumán el periódico que registra la conferencia “Los místicos”, dictada el 7 de octubre de 1949 en la Facultad de Ciencias
Culturales y Artes de Tucumán. Al reproducir con mucho detalle lo dicho, con una mezcla de estilo directo e indirecto, la crónica expone que ˗más allá de referirse principalmente a Pitágoras y Swedenborg˗ Borges no deja pasar la oportunidad de construir una poderosa escena de la barbarie. Luego de un comienzo en el que se introducen datos biográficos sobre Pitágoras, el periodista replica así las palabras de Borges:

Pitágoras ˗agregó˗ dejó un recuerdo milagroso, un recuerdo que estimulaba la imitación de hechos fantásticos. Estos hechos eran falsos. Pero los hechos, aunque sean falsos históricamente, pueden ser verdaderos esencialmente. Cuando era chico ˗ejemplificó˗ vi un grabado en el que Juan Manuel de Rosas acechaba con un puñal al doctor Maza. Ese grabado era cierto porque esa muerte fué ordenada por Rosas y,
aunque él no la ejecutara personalmente, el asesino fué puñal (sic) de Rosas (La Gaceta de Tucumán, 8/10/1949).

Luego de esta aparente interpolación que remite a un presunto recuerdo infantil, Borges introduce el tema de la teoría de los ciclos a partir de las miradas de Pitágoras, Hume y Nietzsche. De este modo, el terror infundido por el líder federal se hace extensivo al presente, apelando al relato de esta oposición entre la fuerza y la ley que culmina en una tragedia familiar por la muerte de Maza padre e hijo la misma noche, así como al ideologema impuesto durante el primer peronismo por los historiadores revisionistas que explotaron la idea del paralelismo entre la figura de Rosas y Perón, aunque con un sentido vindicativo. El escritor hace uso del mismo recurso, pero le imprime la orientación opuesta.
La apelación a la analogía que deposita su fe en el público oyente se vincula directamente con las técnicas narrativas ya esbozadas en ensayos anteriores; me refiero a “La postulación de la realidad” y “El arte narrativo y la magia”, ambos de la década del 30 y luego reunidos en Discusión (1932). La relación con el primero remite a ese segundo modo en el que se detiene a caracterizar las maneras de postular la realidad, aquel que “consiste en imaginar una realidad más compleja que la declarada al lector y referir sus derivaciones y efectos” (OC I, 1996: 219). En cuanto a “El arte narrativo y la magia”, se destaca el rescate de la “primitiva claridad de la magia” como procedimiento utilizado en la narración, basado en las analogías que muchas veces provienen de asociaciones atávicas y que desenmascaran el mecanismo de causalidad propio de las novelas:

Ese procedimiento o ambición de los antiguos hombres ha sido sujetado por Frazer a una conveniente ley general, la de la simpatía, que postula un vínculo inevitable entre cosas distantes, ya porque su figura es igual -magia imitativa, homeopática-, ya por el hecho de una cercanía anterior -magia contagiosa (OC I, 1996: 230).

Así, tanto la repetición del verbo imaginar como la apelación sangrienta a la figura de Rosas, redundan en la construcción compleja, por medio de la analogía, de una escena presente en donde Perón es la continuación directa de ese régimen de violencia. Al mismo tiempo, estos dispositivos narrativos permiten vislumbrar sus estrategias para crear realidades, como fiel cultor del idealismo de Berckley y acaso como un vestigio de ese
fantasma ultraísta que nunca lo abandona.
Para ilustrar las ideas de Swedenborg sobre cielo e infierno, el conferenciante subraya más adelante: “El infierno es un mundo parecido al de los malevos y los políticos”, haciendo aún más claro el desplazamiento del tema inicial o, mejor dicho, alimentando la tendencia alegorizante de esta conferencia. Puede observarse así como el título es solo un rótulo detrás del cual circulan los temas sobre a los que Borges le interesa reflexionar.
Este despliegue de estrategias veladas era compartido por un amplio grupo de intelectuales, defensores de los valores liberales, tal como sintetiza Fiorucci (2011):

La vaguedad del lenguaje de los intelectuales en el período significó que no hubiese
variaciones significativas en el tratamiento de las cuestiones que remitían al peronismo. La ininteligibilidad del discurso en clave dependía del hecho de que las publicaciones culturales estaban mayormente dirigidas a pares, presuponían un público con quien se compartía un idioma y referencias comunes. La insistencia en ciertos temas, que además fueron retomados en forma explícita cuando las restricciones fueron levantadas, concretamente luego de la caída del peronismo, abonan la tesis de que, cuando se hablaba de ellos, se hablaba por transitividad de este fenómeno político (cursiva en el original, 171).

Estas alusiones veladas se advierten también en la “Crónica de conferencias” realizada por Benigno Herrera Almada para El hogar, publicada el 12 de agosto de 1949. Casi como al pasar, el punteo de temas que realiza el testigo presencial deja entrever cómo Borges polemizaba contra las ideas nacionalistas al analizar los cuentos de Kipling, en el marco del curso sobre “Escritores ingleses”, al mismo tiempo que aprovecha para vindicar
las acciones de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, en un complejo vaivén en el que critica y juzga positivo el sentir nacionalista al mismo tiempo, pero desde diferentes ángulos. Sin dudas que la decodificación de los vínculos entre los temas tratados y “nuestro tiempo” no eran expuestas de manera evidente, fiel al estilo de Borges y de acuerdo con las coordenadas del campo. Cabe suponer que mucho se ha perdido desde la conferencia a la trascripción periodística, tal como deja entrever el propio Herrera Almada (2000) al expresar su desconcierto al presenciar estas clases: “Hay una burlona elegancia en la sonrisa con que subraya algunas comprobaciones desconcertantes como ésta” (169). No obstante estos hiatos, estas crónicas abren un amplio friso para seguir explorando los primeros pasos del universo de la oralidad en Borges.
Relevando la cobertura de las conferencias que hacían los diarios, Daniel Fitzgerald (2016) encontró que unos días antes de la conferencia que Borges dedicaría en Tucumán a Kipling, Eva Perón había visitado la ciudad. A partir de ese dato, observa con acierto con la conferencia “Vindicación de Kipling” del 24 de junio de 1950 no puede leerse independientemente de ese suceso (64). En este caso, hay una elipsis de un suceso central que juega un papel importante en el funcionamiento del texto que Borges comparte esa tarde con el público de Tucumán. Basta esta consideración para interpretar esta afirmación sobre el autor inglés: “Kiplin (sic) sí, dijo, fué el poeta del imperio, pero para él el imperio no era una concepción racial ni agresiva, sino un instrumento de civilización” (La Gaceta, 25/6/1950).

6. Algunas conclusiones:
En la nómina de temas se advierten las preferencias del autor; sin embargo, es evidente que las entidades patrocinantes condicionaron el financiamiento y el funcionamiento de estos eventos. El CLES estaba financiado por la cuota de “amigos del colegio” y socios, de ahí la búsqueda de un modo democrático de funcionamiento que se tradujo en la elección de temas. Otro factor determinante fueron las fechas de aniversarios. Cabe agregar el vínculo transparente de algunos temas con los espacios en los que tuvieron lugar las charlas, como es el caso de las asociaciones hebraicas y las conferencias sobre la cultura judía.
Así, un análisis de estas redes que patrocinaron la actividad oratoria de Borges arroja datos valiosos sobre el entramado ideológico cultural del momento. Un estudio posterior nos depara el vínculo entre el CLES y las otras instituciones que le dieron cobijo, que considero podrán leerse en relación con la polarización del campo intelectual; baste pensar en el enfrentamiento entre la SADE y los escritores “expulsados” por sus simpatías
con el peronismo agrupados en la ADEA como un reflejo del enfrentamiento entre escritores liberales y nacionalistas.
El estudio de las conferencias de Borges contribuye a llenar un vacío respecto de las relaciones del escritor con el peronismo; en efecto, si bien mucho se ha dicho sobre las medidas del gobierno en contra del escritor y sobre su actitud de marcada oposición a Perón, hasta el momento no se había reparado lo suficiente en la incidencia que estas medidas tienen en el desarrollo de su trabajo como agente cultural individual. Si bien aún
no contamos con cifras concluyentes, es evidente que al clausurar el CLES de Buenos Aires en 1952, Borges pierde una de sus principales fuentes de ingreso. Por otro lado, el cierre de otras instituciones afines ˗entre las que se destaca la SADE por entonces por él presidida (1950-1953)˗, y el cambio introducido en los requisitos para viajar a Uruguay, redundan en medidas de censura evidentes contra el escritor y la red de intelectuales con los que se relacionaba.
No puedo concluir que su voz haya sido más virulenta en el interior porque no contamos con la transcripción o al menos la crónica de todas las conferencias, pero sí puedo ratificar que el control fue más omnipresente en la ciudad de Buenos Aires dadas las medidas tomadas contra las instituciones que le dieron lugar allí. De este modo, estamos en condiciones de comenzar a ratificar la hipótesis que dio inicio a esta investigación, basada en la conjetura de que las conferencias se constituyeron en un arma de combate directa
contra el gobierno peronista, aprovechando el vínculo consustancial del habla y el tiempo presente. Esta forma de intervenir en el campo se extendió por vastos sectores del país y Montevideo gracias a una red institucional convalidada y sostenida por intelectuales liberales opositores a Perón.
A partir de las huellas que dan cuenta del contenido de muchas de las conferencias, también pueden comenzar a caracterizarse los modos indirectos de aludir a la política del momento, ya sea de manera alegórica o elíptica.

Notas
*. Este artículo fue publicado en Cuarenta Naipes 1, en agosto de 2019.
1. Aprovecho estas líneas para agradecer el impulso y constante apoyo del Borges Center a través de su director, el Dr. Daniel Balderston, así como a los directores del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Laura Rosato y Germán Álvarez. El proyecto obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes. Los resultados de la fase de recolección de materiales pueden consultarse en: http://centroborges.bn.gov.ar/
2.3Esta es una modalidad frecuente del Borges lector: consignar y copiar fragmento de los textos en colofones y portadillas de los mismos libros que, en muchos casos, se convertirían en punto de
partida de sus escritos. Para adentrarse en las variantes respecto de los modos de anotar y los usos de esas notas, cfr. el “Estudio preliminar” de Rosato y Álvarez.
3. Cursos y conferencias reproduce el escrito a través del cual esta oficina les comunicó su
resolución: “Las solicitudes presentadas para realizar el ciclo de actos correspondientes al presente mes y día primero de agosto, tramitadas por expedientes E.19459-E.20129˗E.21243 se encuentran en trámite para su resolución, causa por la cual deberá suspender los mismos hasta tanto se obtenga una resolución favorable de la Jefatura en tal sentido” (244-246: 241). A pesar de que los representantes del CLES sostienen haber solicitado pronto despacho para retomar sus actividades, la institución permaneció cerrada hasta 1955 (Tabernig, 1983: 310). Recordemos que, como no tenía sede propia, las actividades del CLES tenían lugar en el edificio de la
Sociedad Científica Argentina, sita en Santa Fe 1145.
4. Los nombres más rutilantes que integraron esta asociación fueron: Leopoldo Marechal, Manuel
Gálvez, Delfina Bunge, Martínez Zuviría, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, entre otros miembros de FORJA. Para más detalles sobre el tema, ver especialmente el capítulo de Fiorucci: “Los intelectuales peronistas”.
5. Quiero subrayar dos hechos que vuelven muy significativa esta publicación: por un lado, la
recuperación de la sección “Museo” que escribe junto a Bioy Casares, que retomaba la homónima de su predecesora Destiempo; por otro, que es en donde Borges decide publicar el cuento “Casa tomada” del joven Julio Cortázar, en el número 11.
6. Cfr. especialmente el de Daniel Balderston: “Detalles circunstanciales: sobre dos borradores de ´El escritor argentino y la tradición´”. Acaba de llegar a mis manos el recientemente publicado n° 46 de Variaciones Borges, en donde leo el link que establece Balderston entre el posesivo de “Nuestro pobre individualismo” y “Nuestras imposibilidades” (150). Creo que podría hacerse extensivo el análisis a este “nuestro tiempo” tantas veces invocado en las conferencias de 1952.
7. Tulio Halperín Donghi (2008) da cuenta del conflicto de Perón con Uruguay en sus memorias: “En lo que nos tocaba más de cerca nada anticipó mejor hasta qué punto esa deriva podía estrechar nuestro horizonte que las consecuencias del conflicto en el que el gobierno peronista se había enzarzado con el de Uruguay, al que reprochaba entre otras cosas que concediera una hospitalidad demasiado amplia a los exiliados políticos de que de nuevo habían buscado refugio en Montevideo” (234). Este conflicto se traduce en el nuevo requisito de pasaporte para cruzar al país vecino, que impidió a José Luis Romero, por ejemplo, seguir dictando sus clases en la Universidad de la República. Sobre el caso de Borges, Vaccaro señala: “Entre las incomodidades que le deparaba su antiperonismo estaba la dificultad para obtener el pasaporte. Inició el trámite al iniciar el año y en mayo aún no se lo habían entregado, por lo que debió postergar una serie de conferencias previstas en Montevideo” (2006: 495).
8. Para adentrarse aún más en estos detalles relevantes que rodearon estas conferencias en donde se reflexiona sobre el rol del escritor, cfr. el minucioso estudio de Daniel Fitzgerald “´El escritor y
nuestro tiempo´: la conferencia, Entre Ríos 1952”.
9.Más allá de la aversión manifiesta de Borges por la alegoría, utilizo el concepto de Paul de Man
(1991) cuando habla de procedimientos de desrealización (228), en donde la relación con el referente está marcada por una “diferencia temporal”: “Si el símbolo postula la posibilidad de una identidad o de una identificación, la alegoría marca ante todo una distancia respecto de su propio origen, y así, renunciando a la nostalgia y al deseo de coincidir, establece su idioma en el vacío de una diferencia temporal”(230).

Bibliografía
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19.Vaccaro, Alejandro (2006). Borges. Vida y literatura. Buenos Aires: Edhasa