Variaciones sobre lo fantástico en tres conferencias de Borges

En 1946, con la llegada de Perón al poder, Borges pierde su empleo en la Biblioteca Municipal Miguel Cané y es “reasignado” a un nuevo puesto, como inspector de aves y conejos, cargo que lógicamente rechaza. Esta particular circunstancia fue en gran parte la que lo condicionó a tomar un trabajo que, a causa de su timidez, difícilmente hubiese considerado en otro momento. Así fue como aceptó la proposición del Colegio Libre de Estudios Superiores para dictar conferencias sobre la literatura clásica norteamericana. Pronto comenzaron los viajes por el interior y las charlas se multiplicaron. Esta nueva situación fue crucial en la vida del escritor, quien recorrió la Argentina y el Uruguay por este motivo.

Disertó sobre escritores nacionales e internacionales (Echeverría, Shaw, Oscar Wilde, Joyce, Kafka, entre otros), sobre la literatura gauchesca, policial y la literatura fantástica.1

Con respecto a esta última había escrito anteriormente en “El arte narrativo y la magia”, que publicó en 1932 en la revista Sur. Haciendo referencia a este texto, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal destacó que ya por entonces estaba presente el ataque al realismo y una postura clara según la cual Borges consideraba que este tipo de literatura estaba “destinada más a ofrecer metáforas de la realidad […] que [a] evadirse a un territorio gratuito” (188).

Repensar y leer las conferencias que sobre este tema dictó durante 1949, es decir, en pleno gobierno peronista, y contrastarlas con otra que ofreció en 1967 (también titulada “La literatura fantástica”) resulta por demás relevante, más aún si consideramos la acertada aseveración de Rodríguez Monegal citada más arriba.

Los anfitriones y el invitado

La primera charla sobre literatura fantástica la dio en la ciudad de Buenos Aires a comienzos de 1949. Durante ese año la repetiría por diversas ciudades: Rosario, Azul, Olavarría, Montevideo, Santiago del Estero, Tucumán. Del paso por estos lugares se conservan algunos artículos periodísticos que destacan la figura del escritor y la importancia del evento.

La organización de las charlas estuvo a cargo de diferentes asociaciones, que variaban según la localidad: “Amigos del Arte” en Rosario, “Amigos del Colegio Libre” de Azul, “Amigos del Arte” en Montevideo. En cada caso los registros periodísticos que se conservan dan cuenta de la consideración que en el momento se tenía respecto del escritor, su trayectoria y su relevancia en el campo literario. Lo describen como “un hombre de primera línea en la intelectualidad argentina”, “el distinguido intelectual argentino” (diario El Popular de Olavarría) o “el prestigioso hombre de letras” (Diario del Pueblo, de Azul) y destacan sus conferencias como “magistrales" y “una verdadera fiesta del espíritu”.

De las conferencias se conserva lo que dos diarios locales reprodujeron el día posterior: por un lado el comentario de La Capital, de Rosario el domingo 19 de junio y, por el otro, El País de Montevideo, el 2 de septiembre. El resumen publicado en el periódico montevideano estuvo a cargo de Carlos Alberto Passos y fue citado y trabajado por Emir Rodríguez Monegal ese mismo año en la revista Número.2

Como se refirió en un comienzo, resulta de sumo interés contrastar los resúmenes que se conservan de ambas y compararlas con la transcripción de otra conferencia, también sobre literatura fantástica, que realizó en 1967 en Buenos Aires. Esta última, la más completa de las tres en cuanto al registro que de ella se conserva, fue publicada por Ediciones Culturales Olivetti. Debido a que las circunstancias que rodeaban al escritor en uno y otro momento difieren considerablemente, el cambio de tono adquiere una significación especial al leerlo en relación con el contexto inmediato: recordemos que hacia 1949 sólo habían transcurrido tres años desde que, por cuestiones políticas, Borges abandonara su cargo en la Biblioteca Municipal. En 1967 en cambio, con Perón exiliado, Borges gozaba de una fama que excedía los límites nacionales. Por esos años ya había dado numerosas conferencias en varios lugares de Estados Unidos e inclusive había tenido un cargo de profesor visitante en la Universidad de Texas durante un semestre de 1961.

Las conferencias

Un rasgo en común, más allá del título y del asunto, unifica las conferencias sobre literatura fantástica: en las diferentes oportunidades aborda el tópico a partir de la consideración de una serie de “procedimientos” (así los llama Borges) que se pueden encontrar en el género. La metodología pareciera ser igual en cada caso: para dar cuenta de algo propio de lo fantástico, cita o glosa algún relato conocido (a veces no tanto) y lo comenta. Sin embargo, más allá de una misma metodología, el contraste de las tres conferencias permite observar las variantes que existen entre ellas. Por ejemplo, en Rosario comenta El sentido del pasado de Henry James y La máquina del tiempo de Wells para referirse a los viajes a través del tiempo. En Montevideo, en cambio, estos textos fueron abordados para hablar de los cruces entre los planos de ficción y realidad, entre lo onírico y lo objetivo. Pero luego, en 1967, ambos escritos van a ser nuevamente elegidos como objeto de análisis para disertar una vez más acerca de los juegos con el tiempo.

Lo relevante aquí reside en que, a pesar de que pareciera al menos en esta parte de la conferencia existir una duplicación entre lo disertado en Rosario en el 49 y luego en Buenos Aires en 1967, el objetivo central no se aborda con la misma intensidad dieciocho años después. Esto se debe a que el interés de las conferencias de Rosario y de Montevideo, a diferencia de la de Buenos Aires, apunta principalmente a destacar lo simbólico presente en los textos fantásticos. Resulta necesario aclarar que esto no quiere decir que en 1967 para Borges la literatura fantástica haya dejado de funcionar como una visión más compleja de la realidad, sino que hacia 1949 parecía más preocupado por subrayar de manera inequívoca ese aspecto particular del género.

En el diario La Capital de Rosario, el viernes 17 de junio de 1949, se relata que el escritor mostró en su disertación que la literatura fantástica, además de ingeniosa, es simbólica. En El País, de Montevideo, se puede leer un poco más en extenso esta afirmación. Allí se reproducen las palabras con las que explica que si la literatura fantástica fuese un mero juego de la fantasía, los escritores habrían encontrado miles de temas. Sin embargo, prosigue, el hecho de que vuelvan siempre a alguno de los temas significa que “tales temas tienen una importancia, quiere decir que ellos son símbolo de algo” y agrega que todos los temas de la literatura fantática “son verdaderos símbolos de estados emocionales, de procesos que operan en todos los hombres”(4). De esta forma, los textos de Wells y de James que luego se repiten en Buenos Aires aparentemente con el mismo tema, puede ser que en Rosario, al acentuar la importancia de lo simbólico, hayan sido puestos en relieve no sólo por el desplazamiento en el tiempo sino como excusa para algo más: en ambos casos los personajes que realizan el viaje sienten –así lo señala Borges, según podemos observar en la transcripción del 67– una inmensa soledad por no hallarse a gusto en la época y sociedad que les ha tocado en suerte. Este sentimiento se exacerba aún más con los viajes en el tiempo ya que ni en el marco de las nuevas o de las antiguas culturas encuentran su lugar.

Si los textos fantásticos son excusas para hablar de conflictos humanos y operan como “símbolos de estados emocionales, de procesos que operan en todos los hombres”, más lo serán aún en ese particular momento de la vida del escritor. Si bien más adelante, en la conferencia de 1967, vuelve a referirse al articular “encanto” de estos textos que funcionan como “símbolo de nosotros, de nuestra vida, del universo, de lo inestable y misterioso de nuestra vida” (19), en este último caso vincula más estrechamente esta condición simbólica con la filosofía (“todo esto nos lleva de la literatura a la filosofía”) por lo que las reflexiones a las que alude se vuelven universales y generales. Se podría agregar que, al vincularlos más fuertemente a la frialdad filosófica, Borges descontextualiza los símbolos de los que hablaba en 1949 y los vuelve atemporales.

En Rosario, en cambio, al referirse a la soledad y al tema de “la angustia del hombre en medio de una pesadilla” (La Capital 19) ejemplificó con El proceso, La isla del doctor Moreau y El hombre invisible. Él mismo se había servido de esta condición de pesadilla para escribir y ambientar “La muerte y la brújula” en “un Buenos Aires de sueños” en donde “la torcida Rue de Toulon es el Paseo 9 de Julio; Triste-le-Roy, el hotel donde Herber Ashe recibió, y tal vez no leyó, el tomo undécimo de una enciclopedia ilusoria” (Ficciones 99). El cuento fue publicado por primera vez en 1942; sin embargo, como detalla Mariela Blanco, “hay una evidente parodia al Congreso Eucarístico Internacional que se desarrolló en Buenos Aires en 1934” (6). Es precisamente en ese ambiente de pesadilla que se dan las condiciones necesarias para intercalar los ataques velados a “los símbolos y bastiones de la ideología nacionalista católica del 30, la iglesia y la institución militar” (7). En todo caso, es un ejemplo de cómo la pesadilla habilita la posibilidad de que el relato aluda a lo político sin que lo político se vuelva su eje esencial.

En la misma conferencia trata también otros temas que podríamos pensar más generales: el doble, las metamorfosis, los fantasmas pero los deja para el final3. Más cercano a los conflictos humanos de la soledad, de la angustia, de los problemas sociales, ubica el tema de la omnipotencia. Se refiere a este tópico con dos textos: “La pata de mono” y “Los tres dones”. Interesa particularmente el segundo por la conexión simbólica que se puede trazar con el momento de la vida de Borges. En “Los tres dones” un príncipe, conocedor de que uno de sus súbditos lo desprecia y habla mal de él, le envía tres obsequios. El hombre pobre cree que el príncipe quiere congraciarse con él, pero un sacerdote le enseña su error: el soberano se expresó por medio de símbolos con el propósito de denigrarlo. Con esos “obsequios” daba cuenta simultáneamente de su superioridad y de su poder: lo insulta al mismo tiempo que pareciera estar concediéndole favores. Que Borges cite este cuento para hablar de la “omnipotencia”, ejemplificando con el príncipe que humilla de una forma simbólica al hombre que lo detesta, permite trazar ciertas semejanzas con su propio pasado cercano y la simbología del cargo de inspector de aves y conejos que el gobierno peronista, y más particularmente el presidente Perón, le había otorgado. El “ascenso” con el que fue “beneficiado” se puede leer en la misma línea en la que se ubican aquéllos “presentes”, “dones” o “limosnas” con los que el príncipe “obsequió” a su súbdito.

Si bien en Montevideo vuelve a centrar su atención en la importancia simbólica de la literatura fantástica y destaca nuevamente como tema la soledad, ya se encuentran breves diferencias con la anterior. En comparación con lo expuesto en Rosario, aquí no pareciera ahondar tanto en la interpretación de los textos: los ejemplos son casi los mismos para hablar de los mismos temas, sólo que en esta oportunidad la denominación de los estados emocionales (o de los temas que harían referencia a ellos) se vuelve un poco más impersonal: “juego entre ficción y realidad”, “cruces entre lo onírico y lo objetivo”, “los dobles como tema común con la filosofía”. Sin embargo, agrega a la lista de los textos fantásticos Macbeth, para explicar que entre la obra de Shakespeare y Crimen y castigo de Dostoievsky no existen grandes diferencias en cuanto a lo que comunican y que ninguna persona puede pensar que una obra es más real o más terrible que la otra.

Ya en 1967 las diferencias son mayores. Se detiene en el comentario de obras que no había citado en las anteriores oportunidades, como Lady into Fox, de David Garnett, o “Sueño de la mariposa”, de Chuang Tzu. En cada caso no parecen elegidas con una intención más allá de precisamente, dar cuenta del tema al que aluden. Así, el tema de la confusión entre lo onírico y la realidad, que también había sido tratado anteriormente, ahora lo ejemplifica citando el breve relato en el que Chuang Tzu soñó que era una mariposa (perteneciente a Las mil y una noches y que además forma parte de la Antología de literatura fantástica que compiló junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo en 1940); o las acciones paralelas a partir de una leyenda irlandesa medieval. Los temas que enuncia son diversos: la transformación, los juegos con el tiempo, la presencia de seres sobrenaturales, las acciones paralelas, y los textos que elije son a veces desconocidos para la audiencia o citados sólo a partir de comentarios que los relacionan con el “procedimiento” en cuestión. Como resultado, la referencia a lo simbólico, que en las conferencias del 49 parecía central, en el 67 se reduce a una mención hacia el final (en la edición impresa corresponde al último párrafo) y pierde o se diluye en gran parte el peso que le había asignado en un comienzo.

Ya no es necesario remarcar la aparición de un sentido segundo en los textos: en cada conferencia el tono se vuelve más impersonal y va borrando las líneas o trazos que puedan vincularlo a cualquiera de sus palabras, las historias que crea o los textos que cita. Este devenir hacia palabras que se alejan de cualquier tipo de subordinación, es decir que se separan definitivamente del patetismo de la realidad, las configura como elementos principalmente devotos de la ficción. Este singular movimiento se puede rastrear en las tres formas elegidas para cerrar cada una de las conferencias. La primera culmina con la cita de Aristóteles que dice que “la poesía es más verdadera y más valiosa que la historia”, con esto Borges propone que tanto poesía como historia existen pero antepone la primera a la segunda por ser superior en verdad y en valor. En Montevideo, cambia el tono hacia el de una pregunta y plantea la duda de si “¿no será que porque nuestra vida es fantástica nos conmueve la literatura fantástica?” Como se puede observar, aquí propone la posibilidad de un borramiento de la dicotomía que separa y enfrenta realidad y ficción, y sugiere que la realidad se subsume a la ficción. Finalmente, en Buenos Aires, reformula la pregunta que repetirá más adelante como cierre en distintas ciudades de Europa y le antepone a cada sustantivo la palabra “género”: “¿el universo, nuestra vida, pertenece al género real o al género fantástico?”. De esta forma, sutilmente, Borges ya no duda de que la realidad pertenezca a la ficción, sino que ahora todo es ficción.4

De las tres, el cierre de la de Rosario es el más determinante por el tono afirmativo y por tratarse de una cita de autoridad. Con las palabras de Aristóteles, Borges no sólo eleva la literatura a un carácter superior sino que además propone que la verdad está en ella y, por lo tanto, es hacia allí donde debemos recurrir para entender la historia. En el artículo de Daniel Fitzgerald, podemos leer el comentario que un diario hizo de la conferencia titulada “El escritor y nuestro tiempo” de 1952. El análisis detallado sobre la conferencia y su contextualización revelan dos aspectos centrales: el primero, la convicción de Borges acerca de que el escritor “debía ser el intérprete de la angustia coetánea”, y el segundo, que la metáfora es una “figura relevante del pensamiento humano”. Ambos aspectos habían sido trabajados en las conferencias sobre la literatura fantástica del 49, es más, podríamos decir que fueron puestos en práctica a partir de su funcionamiento conjunto. Cuando Borges citaba el cuento “Los tres dones” para ilustrar cómo el fantástico aludía al tema de la “omnipotencia”, bien podía tener en mente la concepción de Aristóteles acerca de la metáfora o “transposición”, según la cual concibe a este tropo como un “nombre desplazado”, es decir “lo que no se nombra, nombrándolo sin embargo” (citado por Todorov, Teorías del símbolo, 30). En ese momento, “la angustia coetánea”, especialmente la de este escritor, era causada por el peronismo, al que, sin nombrarlo, podía hacerlo por medio de los “procedimientos” que la literatura fantástica habilitaba.

Ya mencionamos, al comienzo del artículo, que en su autobiografía refiere la circunstancia que lo movilizó a aceptar como trabajo hablar en público sobre literatura. Deliberadamente, evita en ese apartado nombrar a Perón y elije, en su lugar, recurrir a una elipsis eminentemente literaria: “En 1946 subió al poder un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme. Poco después fui honrado con la noticia de que había sido ‘ascendido’ al cargo de inspector de aves y conejos en los mercados” (112)

Que recurra al Quijote no es raro. Ya en Montevideo, al comienzo de su disertación, había comentado el texto de Cervantes y lo había incluido dentro de la literatura fantástica, principalmente por proponer la posibilidad de que la obra de arte aparezca en la obra de arte, es decir, que los personajes lean y comenten su propia historia, como se puede observar en la segunda parte del Quijote. Dentro de esta “lógica literaria” es quedebería ser leído el cuento “El simulacro”. Recordemos que en este breve texto publicado por primera vez en 1957 un hombre llega a un pueblo con una muñeca rubia a la que todo el mundo vela y llora como si fuese la mismísima Eva Perón. En esa atmósfera de aparente simulación hay una sola verdad: la ficción. No hay debate o división entre la Eva Perón histórica y la Eva Perón ficticia. La muñeca, el personaje, es Evita: no su representación, sino el elemento único y verdadero, porque a través de este cuento termina de ratificar la tesis de que el peronismo fue un simulacro.

De similar manera, el ejemplo del Quijote que Borges utiliza en su conferencia sobre literatura fantástica para ilustrar los juegos entre realidad y ficción, habilita, de forma especial al leer su “autobiografía”, a que ingresen y se confundan los elementos de la ficción con los de la realidad o de la historia. Estos últimos se ubican en un mismo nivel que la ficción, o incluso subordinados a ésta. La expresión “un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme”, no sólo funciona como fórmula humorística, sino que conecta directamente la historia con la literatura, la subordina a la literatura, la vuelve parte de ella y, podemos pensar, convierte, a partir de esta circunstancia, en personajes literarios a cada uno de sus protagonistas.

Notas
1 Los títulos de las diferentes conferencias fueron: "Oscar Wilde", "Homenaje a Esteban Echeverría", "Melville, en el centenario de la publicación de Moby Dick", "Bernard Shaw", "Obra y destino de William Butler Yeats", "Cinco figuras de la literatura inglesa en el siglo XVIII", "El escritor argentino y la tradición", "Franz Kafka", "James Joyce", "Literatura gauchesca", "Walt Whitman", "La obra de Flaubert", "Literatura policial", "La doctrina de los ciclos y Nietzche", "El escritor y nuestro tiempo", "Maupassant", "Güiraldes".
2 Años más tarde el crítico uruguayo volvería a referirse a la conferencia en otro artículo titulado: "Borges: una teoría de la Literatura Fantástica", publicado en Revista Iberoamericana.
3 Para referirse a las acciones paralelas, cita el mito del collar oriental que se teje solo; para el tema del doble se sirve de "la cuarta memoria", de Marta Mosquera; para la metamorfosis recurre a "El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde", mientras que el tema de los fantasmas lo aborda a partir de un relato de Henry James.
4 Daniel Fitzgerald, en el estudio precedente, registra otro de esos típicos cambios al analizar la conferencia que en 1952 (el mismo fin de semana del fallecimiento de Eva Perón) titula "El escritor y nuestro tiempo" y que repite, a partir de una versión "cambiada" en 1975, en la que el título también sufre variaciones: reemplaza la persona del posesivo "nuestro", sutituyéndola por "su", diluyendo "lo personal y colectivo de la empresa".

Obras citadas
Blanco, Mariela. “Borges y el nacionalismo”. Actas de las Jornadas Internacionales “Borges Lector”. Buenos Aires: Biblioteca Nacional. http://www.bn.gov.ar/media/page/marielablanco.pdf
Borges, Jorge Luis. Artificios. Obras completas. Vol. 5. Buenos Aires: Sudamericana, 2011.
—. El hacedor. Obras completas. Vol. 7. Buenos Aires: Sudamericana, 2011.
—. Autobiografía. 1899-1970. Buenos Aires: El Ateneo, 1999.
—. La literatura fantástica. Buenos Aires: Ediciones Culturales Olivetti, 1967.
“Jorge Luis Borges habló sobre la literatura fantástica”. La Capital, Rosario, 19 de junio de 1949, 4.
Passos, Carlos Alberto. “Sobre ‘La literatura fantástica’, disertó Jorge Luis Borges". El País, Montevideo, 3 de septiembre de 1949. www.letrasuruguay.espaciolatino.com.
Rodríguez Monegal, Emir. “Borges, una teoría de la literatura fantástica”. Revista Iberoamericana 42.95 (1967): 177-89.
—. “Jorge Luis Borges y la literatura fantástica”. Número 1.5 (1949): 448-54.
s/a. Jorge Luis Borges habló sobre la literatura fantástica”. La Capital, Rosario, 19 de junio de 1949, 4.
Todorov, Tzvetan. Teorías del simbolo. Trad. Enrique Pezzoni. Caracas: Monte Ávila Editores, 1981.
http://www.borges.pitt.edu/timeline

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Artículo publicado en Variaciones Borges 42, 87-95, noviembre 2016, ISSN 1396-0482.